AYER ME FUI DE CEN... COMIDA

Llevan preparando la cena desde hace aproximadamente mes y medio (no sea que no les den reserva, pensarían). Pues bien, hace más de un mes que se acordó una cena en un restaurante bastante bueno para el día de ayer. Donde está el problema a tanta preparación y anticipación de los hechos, os preguntaréis.
Pues el problema está en que ayer a primera hora decidieron en consenso que la cena cambiaba a comida y el restaurante por un buffet libre chino...

Una vez me entero del pequeño cambio que ha sufrido la cena me voy de clase para coger más dinero ya que por muy mala que esté (que estará) la comida costará más de 5€ el menú.
14:30, hora cúspide del súbito plan.

- A ver, quien tiene coche - dice el ideador del nuevo planing.
- Yo, yo y yo - levantan la mano cuatro compañeros.
- A ver, pues tú, tú, y tú vais a ese coche, tú, tú y tú (o sea yo) te vas con ella.

En ese momento me dieron ganas de levantar la mano para hacer el saludo fascista soltando un ¡Hi Hitler!, pero tengamos la cen... comida en paz y me subo al coche - pensé.

Ya en el restaurante tocaba la ardua tarea de colocar a las 21 personas que eramos a las 14:50h (una hora en la que había algún que otro comensal).

- A ver, chinita (si, llamó chinita a la camarera) queremos mesa para 21 personas. - dice el ideador.
- La chinita pone cara de mecagoentosvuestrosmuertos pero accede y con otro chinito acopla mesas como si estuvieran jugando al tetrix. 

Después del esfuerzo de los dos orientales nos sentamos dando las gracias, pero la comida no llega sola - nos recuerda el ideador. Así que nos dirigimos a las urnas con comida para elegir algo que llevarnos a la boca.

Mmm, sanjacobos  triturados, no me llaman mucho, tallarines fritos con gambas, venga, va. Tallarines fritos con tres delicias, no debe estar malo. Tallarines fritos con bambú y setas, ¿por qué no?. Una vez tengo el plato lleno de tallarines varios me acerco a la mesa recordando lo que se llega a comer el del último superviviente, cosa, sin duda, que me anima.

Ya estamos todos estratégicamente colocados, es decir, por grado de afinidad. Estoy seguro que si cambiamos de posición a unos y a otros acabamos el encuentro con heridos.
Empezamos a comer. Mis tallarines aunque lleven diferente aderezo saben exactamente igual, así que me los jalo sin pensar mucho en la preparación. Pero un compañero a cogido ostras para comer. Por lo que un grupo de 4 o 5 empiezan a chillar recordándole lo afrodisiacas que son y los trabajos manuales que tendrá que hacer posteriormente.

Una vez el compañero consigue reponerse de la taquicardia y volver a una coloración facial normal. Me levanto a coger un postre, español a poder ser.

Lichis, mandarinas chinas, un bollo relleno de nosequé... ¡Melón! esa fruta me es familiar, voy a coger una ración antes de que venga un chino y le eche salsa agridulce o lo reboce, de todo es capaz el oriental.

Ya en los postres el ambiente está más achispado ya que algunos en vez de beber coca-cola aguada como yo han pedido licor de rosas.

Así que aguanto un cuarto de hora oyéndolos cantar la canción del titanic a coro, hasta que invito a un oriental que pasó a mi alcance a que trajera la cuenta, para descanso mío y de los demás comensales.

- Aquí tenéis la cuenta y dos calendalios de legalo - dice el camarero.

No sabes lo que has hecho. Todos querrán un calendario chino como recuerdo de la quedada.

- Eh, eh, eh, eeeeeeeh. Chinito yo también quiero un calendario!
- Son dos calendalios pol mesa señol.


El ideador entra en cólera al saber que es probable que se vaya del establecimiento sin su calendario, por lo que el chino en vista del estado etílico que ha producido en él el licor de rosas reparte más "calendalios" entre nosotros.

Ya estamos fuera y el alcoholizado compañero vuelve a establecer el orden de salida cual Francisco Franco, pero habiendo metro a mi no me ordena ni Dios.
Así que me despido dando besos como un teletubbie y me voy al metro.

En buena compañía, eso si...